No te preocupes. Sé feliz.

No te preocupes. Sé feliz.

No puedes sufrir por el pasado o el futuro porque no existen. Por lo que sufres es por tu memoria y tu imaginación.
Amigo, tú no eres un buen preocupado,, así que mejor lo dejas. La mayor parte de las cosas que te preocupan no van a suceder. Y la mayor parte de esas cosas que sí suceden son inconsecuentes, inmerecedoras de tu preocupación, o no pueden ser cambiadas, no importa qué tanto te preocupes.
De todas las cosas que puedes preocuparte, sólo un diminuto porcentaje son merecedoras de tu preocupación y pueden ser cambadas. Estas cosas se llaman: “Cosas que sabes que tienes qué hacer”. Y ya sabes qué acciones debes tomar:
Cuando un amigo se aparece en tu mente, llámalo y dile: “Te he tenido en la mente. ¿Está pasando algo en tu vida que yo debería saber?”
Habla con Dios.
Hazte una colonoscopía.
¿Viste? Las cosas que sabes que necesitas son simples, sólo que te ponen incómodo.
Hazlas de todas formas.
Yo creo que nos preocupamos porque evita que nos aburramos.
No queremos aburrirnos. Queremos emocionarnos.
El miedo es una forma de emoción. El enojo es una forma de emoción.
¿Te has fijado alguna vez lo fácil que es volverse famoso? Lo único que necesitas hacer es esparcir el enojo y el miedo. Espárcelo a lo ancho y alto. La gente te va a tratar como a un dios. A la inversa, a la gente que esparce nuevas buenas y felices le dan palmadas y lo tratan como niño.
Si esparcir el enojo y el miedo no es lo tuyo y si esparcir nuevas buenas y felices no es lo tuyo, tal vez puedes considerar levantar los ánimos de los extraños con los que te topas.
Cuando levantas el ánimo de un extraño, te levantas el tuyo también.
Alguien en mi vida hizo una sugerencia la semana pasada y yo de verdad, de verdad, de verdad no quería hacerlo. Mi amigo dijo que cada vez que él está en un restaurante, se aseguraba de recordar el nombre de su mesero. Y cuando el mesero le llevaba la comida, le diría su nombre y luego: “En cuanto te vayas, voy a orar antes de comer. Mientras hago eso, ¿hay algo por lo que pueda orar por ti?”
Mi amigo dice que ha hecho esto 20 o 25 veces y que cada vez, sin excepción, sus meseros se sintieron profundamente conmovidos y que inmediatamente le compartieron algo que les preocupaba. Él luego les aseguraba que lo iba a incluir en sus oraciones.
Como dije, yo sabía que era algo que necesitaba hacer. Pero no quería hacerlo porque sabía que me pondría incómodo.
Extremadamente incómodo.
Me preocupaba que la persona se asustara y pensara que soy un fanático religioso. Me preocupaba que la persona se ofendiera e hiciera un gran escándalo. Me preocupaba que sería incómodo para mí regresar a ese restaurante.
Pero recordé lo que me amigo me dijo: “He hecho esto 20 o 25 veces y siempre resulta en lo mismo. Ellos siempre tienen algo que quieren que incluya en mis oraciones y ellos siempre parecen estar profundamente conmovidos.”
Ya he hecho esto exactamente una vez y resultó exactamente como dijo mi amigo. Y al amigo con el quien estaba almorzando no pareció importarle para nada. De hecho, él dijo que puede que él también comience a hacerlo.
Yo tengo amigos interesantes. Apuesto que tú también.
Tus amigos interesantes tienen amigos interesantes.
Y uno de ellos eres tú.
Roy H. Williams

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