Archive February 17, 2020

Mi amigo, el jugador

Mi amigo, el jugador

Mi amigo ha sido importante para mí desde hace 6 o 7 años.
No tenía idea que él tenía dinero hasta hace 3 años.
Mi amigo es apuesta profesionalmente, es un jugador.
No, no apuesta en mesas de fieltro verde con cartas o dados. Él le apuesta al NASDAQ y a la Bolsa de Nueva York.
“Oh, él es un inversionista”, dirías tú.
“No, soy un jugador extremadamente informado”, responde él.
Mi amigo gana 7 de cada 8 apuestas y gana alrededor de US$100,000.00 a la semana.
No, no te voy a dar su nombre y tampoco te serviría de nada si te lo diera. No va a compartir ningún consejo contigo, conmigo o con nadie más y definitivamente no necesita de tu dinero. Es un lobo solitario cazando la presa del lobo solitario.
Mi amigo jugador no abraza la sabiduría tradicional de la bolsa sino que calcula el tamaño de sus apuestas de acuerdo a su grado de confianza utilizando el Criterio Kelly, una fórmula oscura utilizada por los jugadores profesionales desde 1956.
Yo, también, soy un jugador profesional que determina el tamaño de sus apuestas de acuerdo con el grado de la confianza. Pero yo no apuesto mi dinero en la bolsa de valores. Yo apuesto el dinero de mis clientes en campañas publicitarias.
Mis anuncios ganan millones de dólares a la semana, pero yo no me quedo con ese dinero. Se lo queda la gente que creyó en mis métodos.
Los inversionistas no les gusta considerarse jugadores. Por eso es que tantos de ellos pierden. Lo mismo sucede con los publicistas. A los inversionistas y publicistas les gusta creer que son científicos.
Los inversionistas se enamoran de acciones.
Los publicistas se enamoran de los medios.
Los jugadores sólo se enamoran del baile.
Mi amigo me enseñó eso.
Él y yo estamos de acuerdo que la sabiduría tradicional usualmente es más tradición que sabiduría. ¿Estás de acuerdo con nosotros?
Si lo estás, te cuento algunos de esos pensamientos no tradicionales acerca de la publicidad que han sido responsables de ganar esos millones de dólares a la semana.
Lo que escoges de medios no hace que tu anuncio sirva. Así que ten cuidado de alcanzar a la “gente correcta”. En vez de eso, ten cuidado de decir las cosas correctas.
Si te ganas el corazón, la mente lo sigue. El intelecto siempre va a crear la lógica para justificar lo que el corazón ya decidió.
No trates de “educar al cliente”, creyendo que te escogerían si tan sólo “entendieran”. Habla acerca de algo que les importe. Háblale a una necesidad que sientan.
Si te ganas el corazón, la mente lo sigue. El intelecto siempre va a crear la lógica para justificar lo que el corazón ya decidió.
Si tratas de alcanzar a la persona correcta en el momento correcto con el mensaje correcto, siempre vas a estar frustrado con resultados de abundancia-o-escasez. Pero si alcanzas a las masas con un mensaje memorable mucho antes que te necesiten y continúas alcanzándolos hasta que se sientan así, vas a ser la persona en la que piensen de inmediato y acerca de quien mejor se sientan.
Si te ganas el corazón, la mente lo sigue. El intelecto siempre va a crear la lógica para justificar lo que el corazón ya decidió.
Si tienes un producto con un ciclo corto de compra (como comida y entretenimiento), puedes esperar resultados rápidos con tu publicidad. Pero si tienes un producto con un ciclo de compra largo, te puedes preparar para tener pésimos resultados al principio, pero esos resultados van a ir siendo mejores y mejores cuando tu campaña publicitaria finalmente gane tracción.
Si te ganas el corazón, la mente lo sigue. El intelecto siempre va a crear la lógica para justificar lo que el corazón ya decidió.
El entretenimiento es la única moneda con la que puedes comprar el tiempo y la atención de un público demasiado ocupado.
Sin un elemento de sorpresa, no puede haber deleite.
La repetición es efectiva. La repetición es efectiva. La repetición es efectiva.
Si te ganas el corazón, la mente lo sigue. El intelecto siempre va a crear la lógica para justificar lo que el corazón ya decidió.
Si quieres leer algunos casos fascinantes, dale un vistazo a este blog nuevo.
Y nunca olvides que tú estás, de hecho, apostando.
Roy H. Williams

¿De quién es este obelisco?

¿De quién es este obelisco?

 

El primer obelisco fue un pilar de piedra con la punta en copo creado por los antiguos egipcios para honrar al dios sol.
Es un dedo, apuntando al cielo.
El ejército romano se llevó los obeliscos egipcios de vuelta a Roma como señal de su poder sobre esa nación.
El Vaticano descubrió un obelisco egipcio enterrado hace quinientos años y lo puso en la Plaza de San Pedro como señal de la victoria del catolicismo sobre el paganismo. “Nuestro Dios es mejor que tus dioses”.
Los obeliscos modernos se erigen como monumentos a personas, eventos y logros.
Pero el obelisco que me interesa más es una daga dentada de roca que se eleva mil ochocientos cuarenta y cuatro pies sobre la superficie del océano. Esta flecha hacia el cielo se conoce como la Pirámide de Ball desde 1788, aún cuando ya era incontables de siglos vieja cuando la madre de Henry Ball le dio a luz.
Nunca le perteneció en realidad a Ball; él simplemente la descubrió.
Creo que le ponemos nuestros nombres a cosas porque queremos ser recordados, pero no es así como funcionan en realidad. Ben White y William Cannon son dos bulevares famosos de la ciudad donde vivo, pero nunca he conocido a alguien que me pudiera decir quiénes fueron esos hombres o qué hicieron.
Mi amigo Tom Grimes una vez me escribió un correo electrónico que decía:
“Nadie más que un puñado de personas va a pensar acerca de nosotros durante más de 15 minutos luego de nosotros irnos para siempre. Y cuando te das cuenta qué tan insignificante eres de verdad, eres libre para experimentar el mundo en la forma en que se supone que debe ser experimentado. Un momento a la vez. Y ‘Este Día’ es ‘Ese Día’.”
Creo que Tom tiene razón. Nuestras vidas no se miden por un gran logro, sino por todas las pequeñas cosas que hacemos y decimos. A cada persona se le da, cuando nace, una imaginación colorida y una lengua como pincel.
Hay pozos de color en nuestras vidas que dejan todas las personas que encontramos.
¡Y cómo amamos a esas personas que pintan nuestros corazones un brillante dedo de ánimo, apuntando hacia el cielo!
¿Qué vas a pintar hoy?
Roy H. Williams

Abofetean comadrejas y cultivan monos

Abofetean comadrejas y cultivan monos

Se necesitan cuatro personas para hacer un mundo.

Una persona quiere aceptación.
Tienen la esperanza de salvar la relación.
Bajo presión, aceptan.

Una persona quiere precisión.
Tienen la esperanza de salvar su honor.
Bajo presión, evitan.

Una persona quiere aplausos.
Tienen la esperanza de ahorrarse el esfuerzo.
Bajo presión, atacan.

Una persona quiere logros.
Tienen la esperanza de salvar tiempo.
Bajo presión, se vuelven autocráticos.
Cuando me enseñaron estas cosas hace 40 años, no sabía lo que quería decir “autocrático”, pero sabía que yo era la cuarta persona, la “autocrática” enfocada en los logros.
Los impedimentos y la incompetencia me molestan y no le miro el valor a los comités.
En caso no lo supieras, ese último enunciado es autocrático. 🙂
Los autócratas son socialmente torpes, pero somos buenos para hacer que sucedan las cosas. Si quieres que algo se haga, pon a un autócrata a cargo.

 

Si necesitas un amigo, compra un perro.

Si quieres aceptación, vas a tratar de ganarte a esas personas que no creen en tu sueño.

Si quieres precisión, vas a estudiar y planificar y actualizar tu plan una y otra vez.

Si quieres aplausos, vas a hablarle a la gente que te admira.

Si quieres logros, vas a saltar a enfrentar el desafío y lidiar rápido y directo con los impedimentos y la incompetencia.
Esto es lo que se llama ser un abofeteador de comadrejas.

Los cultivadores de monos miran un problema y lo abraza, forman un lazo con él, tratan de entenderlo y luego llevan ese mono a cuestas. Este mono atrae a otros monos. ¿Comienzas a ver el problema?

Yo dije: “Los autócratas son socialmente torpes, pero somos buenos para que hacer que sucedan las cosas”. Pero las cosas que hacemos que sucedan no siempre son buenas. Es por esto que las otras tres personas son tan importantes.

El que quiere aceptación va a asegurarte que los clientes amen a tu compañía y que tus empleados nunca quiera irse.

El que quiere precisión va a asegurarse que las cuentas se paguen y que nunca te pelees con los recolectores de impuestos o con otra agencia regulatoria.
El que quiere aplausos va a asegurarse que todo el mundo haya escuchado de ti.

Sé tú mismo, tú eres un pequeño loco embistiendo un molino con una lanza.
¿Hubiéramos escuchado de Don Quijote si no hubiera habido Sancho Panza?
¿Hubiéramos escuchado de Steve Jobs si no hubiera habido un Wozniak?
¿Hubiéramos escuchado de “Mírame” Paul McCartney sin el malhumorado, negativo John Lennon? ¿Hubieran podido Lennon y McCartney ser The Beatles sin el sardónico George Harrison y el “Yo amo a todo el mundo” Ringo Starr?

Se necesitan cuatro personas para hacer un mundo.

Cualquier que crea que puede hacerlo solo
va a encontrarse…

 

 

 

 

solo.
Roy H. Williams