Solo e ignorado, desechado y rechazado

Solo e ignorado, desechado y rechazado


“Hice todo lo correcto. Toqué todas las bases en el exacto orden correcto y me recompensaron por ello. Si tú hubieras hecho lo que yo hice, también te hubieran recompensado.”

Abel no lo dijo, pero Caín lo escuchó. Y, en su ira, Caín mandó a su hermano al otro lado de esa puerta abierta por la que todos debemos partir.
¿Recuerdas al hombre de Nashville que se explotó a sí mismo dentro de su casa rodante frente al edificio de teléfonos una mañana de Navidad? El reporte final que dio el FBI decía: “Anthony Quinn Warner escogió la ubicación y el momento para que la explosión tuviera impacto a la vez de minimizar la posibilidad de una herida sin sentido”. Y continuó diciendo que Warner fue llevado a eso en parte por “la pérdida desestabilizante de anclajes y el deterioro de relaciones interpersonales”.
Cuando personas que parecen normales en todos los sentidos se convierten en violentas y comienzan a matar extraños que no conocen, usualmente los desechamos como “locos y malvados” y allí termina nuestra discusión.
Jordan Peterson dice:
“Hacemos nuestros sacrificios en el presente y suponemos que al hacerlo así, la benevolencia del mundo se nos va manifestar. Es por eso que estamos dispuestos a no tener gratificación y trabajar. Haciendo estas cosas, nos sacrificamos.”
“Entonces Caín sacrifica, pero Dios rechaza su sacrificio. Y esa historia antigua es brillantemente ambivalente acerca de por qué tu puedes trabajar diligentemente y hacer los sacrificios adecuados y aún así fallar, que significa que a pesar de todo ese trabajo y toda esa gratificación que dejamos pasar, un pacto implícito ha sido roto. Y Caín responde a eso con una ira terrible. Levanta su puño al cielo, lo sacude y dice: “¡Así no es como debe ser!” Y luego se venga. Dice: “Voy a destruir lo que te es más valioso”.
“Y va detrás de Abel, quien es una persona ideal cuyos sacrificios son bienvenidos por Dios y lo mata. Y luego todo el infierno se desata. Mientras más pienso en esa historia, más me shoqueó. No puedo creer que tanta información esté metida en lo que son esencialmente 12 líneas.”
“Vemos el sufrimiento y el horror de nuestras vidas, la vulnerabilidad y la mortalidad de todo lo que amamos y cuidamos y vemos nuestro fracaso y lo que se nos enfrenta para vivir. Pero hay otra parte de nosotros que mantiene la fe y sigue adelante.”
Muchas personas me han hablado en privado acerca de la injusticia en sus vidas. Y cada una de ellas tiene un punto válido. Si viviéramos en un universo organizado en el que el trabajo duro y las buenas intenciones siempre fueran recompensados y la pereza y la manipulación deshonesta siempre fueran castigadas, el listado de ganadores y perdedores en esta vida se vería radicalmente distinto.
Esta idea de ganadores y perdedores es vuelve particularmente complicada cuando metes a Dios en el asunto. Kate Bowler escribe:
“El ser bendito es un término cargado, porque borra la distinción entre dos categorías verdaderamente distintas: premio y recompensa. Puede ser un término de gratitud pura. ‘Gracias Dios. No podría haber alcanzado esto por mí mismo.’ Pero también puede implicar que era merecido. ‘Gracias, yo. Por ser la clase de persona que lo hace bien.’ Es una palabra perfecta para una sociedad norteamericana que dice que creen que el sueño americano está basado en trabajo duro, no en suerte.”
Hace veinte años, David Brook escribió un libro llamado Bobos in Paradise (Bobos en el Paraíso) y luego hace unas semanas escribió una continuación llamada: How the Bobos Broke America (Cómo los Bobos rompieron a los Estados Unidos). Lo siguiente es de esa continuación:
“Los Bobos no vienen necesariamente de tener dinero y ellos se sienten orgullosos de ello; ellos aseguraron sus lugares en universidad selectivas y en el mercado laboral a través de su empuje e inteligencia, desplegados desde su niñez, así lo creían. Ellos eran — como lo decía el clásico anuncio de Apple — ‘los locos, los raros, los rebeldes, lo problemáticos.’ Pero para el 2000, la economía de la información y el boom tecnológico llenaron a los altamente educados de cash. Tuvieron que encontrar formas de gastarse todas sus pilas de dinero a la par de demostrar que no les importaban las cosas materiales. Así que desarrollaron un código elaborado de corrección financiera para demostrar su sensibilidad superior. Gastarse montones de dinero en cualquier cuarto usado antes por la servidumbre era defensible socialmente: un candelabro de US$7,000 en la sala era vulgar, pero una estufa de US$10,000 en la cocina era aceptable, una señal de tus proezas como cocinero. Cuando se trata de estética, lo liso es artificial, pero lo que tiene textura es auténtico. La nueva élite envejeció sus muebles, utilizó pisos viejos de fábricas en sus grandes salones y se pone suéteres con motas hechos por personas oprimidas del Perú.”
“‘La clase educada ya no corre peligro de convertirse en una casta auto-contenida’ — escribí en el 2000 — ‘Cualquiera con el título, trabajo o competencias culturales correctos puede unírsele.’ Esa fue una de las frases más inocentes que haya escrito jamás.”
Una enorme cantidad de personas están enojadas acerca de la injusticia en esta época. Sienten que hacen las cosas correctas y obedecen las reglas, pero que las recompensas se las dan a alguien más.
Veo esto por todas partes.
Jordan B. Peterson concluye su discusión acerca de Caín y Abel diciendo:
“Concluí mi libro con un capítulo: Sé agradecido a pesar de tu sufrimiento, y lo puse al final como la culminación, la regla moral final. Porque ese es el antídoto a Caín y yo me tomo en serio el argumento de Caín: ‘¿Las cosas son tan terribles que no deberían existir?’ Puedes acumular una buena cantidad de evidencia a favor de esa hipótesis. Pero no lleva al lugar correcto; lo vuelve todo peor, según yo. No me he encontrado una situación en donde la gratitud no fuera mejor que su alternativa. El resentimiento es lo opuesto a la gratitud y es increíblemente destructivo.”
Mi amigo Richard Exley me enseñó hace 40 años a “celebrar lo ordinario”. Fue uno de los consejos más maravillosos que me hayan dado.
La felicidad no lleva a la gratitud. La gratitud lleva a la felicidad.
La alegría es una función de la gratitud — y la gratitud es una función de la perspectiva.
Yo les digo a las personas infelices que amo: “Cambia tu perspectiva. O, puedes permanecer enojado, frustrado, indignado; no te voy a decir que no tengas razón o que tu indignación sea incorrecta. Sólo te voy a decir que probablemente vas a seguir siendo infeliz.”
¡Este memo ha sido más largo de lo usual y tú, mi buen amigo, te quedaste conmigo hasta el final! Permíteme ahora enseñarte mi apreciación dándote esta bendición:
Mi esperanza más profunda para ti hoy es que seas capaz de experimentar gratitud y alegría por las razones más diminutas. Quiero que tengas felicidad desordenada, la clase que te salta al regazo como un cachorro emocionado. Que seas pronto con tus alientos y lento con tus correcciones y que puedas descubrir el maravilloso regalo de ser capaz de celebrar lo ordinario.
Roy H. Williams

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