Mi herencia de Phil

Mi herencia de Phil

Yo tenía 24 años cuando Phil tenía 60 y era un tipo muy inusual. Articulado pero callado, apasionado pero calmado y posiblemente el mejor escucha del mundo.
Para cuando tenía 60 años, Phil había viajado a más de 40 países, publicado historias, artículos y poemas en más de 50 revistas y acumulado una biblioteca personal de libros que se desbordaba de los cuartos pequeños de su modesto hogar.
Se me ocurre mientras escribo esto que los libros era lo que parecían tener en común todos mis amigos.
Phil y yo compartimos historias durante sólo 3 años antes que Pennie y yo nos mudáramos, pero nos escribíamos por carta una vez al mes hasta ese día fatídico en el 2019 en que él dejó este mundo para mudarse con un amigo.
Tenía 97 años.
Phil siempre usó corbata. No tenías muchas, pero cada una de ellas era especial para él. Le dio a su esposa, Barbara, instrucciones cuidadosas antes de morir acerca de cuál corbata quería que tuviera cada uno de sus amigos. La corbata que recibí está cubierta de libros en libreras. Está colgada sobre las cortinas del estudio en mi casa.
Cuando Barbara murió en el 2020, recibí una llamada por teléfono de su nieto, Cooper, informándome que Phi me había dejado su biblioteca.
La biblioteca de Phil era tan ecléctica como él mismo:
La autobiografía de A.A. Milne, (autor de Winnie the Pooh)
La vida de Abraham Lincoln, por Tarbell
Literatura y el hombre del oeste, por J.B. Priestly
Entendiendo tipos, sombras y nombre, un set de 2 volúmenes.
El evangelio de Moisés, por Samuel J. Schultz
La estación Hawksbill, por Robert Silverberg
El pequeño ministro, por J.M. Barrie (el autor de Peter Pan)
El pastor de las montañas y Cuando un hombre es un hombre, por Harold Bell Wright
Y mira que los camellos venían, por Edward Cuyler Kurtz
Y luego tenemos Jules Verne, Mark Twain, Nathaniel Hawthorne, Walt Whitman, Edgar Allan Poe, Arthur Conan Doyle, Zane Grey, Louisa May Alcott, Theodore Roosevelt, y las obras completas de James Whitcomb Riley y William Makepeace Thackeray.
Y porque Phil era un pastor y un estudioso de la Biblia:
Un set gordo de 4 volúmenes de Estudios de la palabra en el Nuevo Testamento Griego,
Un abogado estudia la Biblia,
La tesorería de David,
El Antiguo Testamento y las bellas artes, por Cynthia Maus
Cristo y las bellas artes, por Cynthia Maus
y unas cuantas docenas de libros acerca del Tabernáculo en el desierto,
junto con unos cuantos cientos de comentarios bíblicos y exposiciones de Escritura Sagrada.
Y luego está un set precioso de 27 volúmenes presentando las pinturas de todos los grandes artistas de los últimos 600 años.
Pennie y yo compramos un nuevo trailer para mandarle a Joe Davis cuando fue a recoger los libros a 500 millas de distancia. Ese trailer tiene 17 pies de largo, 8 1/2 pies de ancho y tiene un techo de 9 pies de alto y está equipado para cargar 1/2 tonelada. Joe lo manejó de regreso a casa despacio porque el trailer estaba sobrecargado.
Vas a fijarte en un par de cosas nuevas en el Centro de Bienvenida cuando llegues la próxima vez a la Academia del Mago. La primera va a ser el olor de comida deliciosa. Pennie está persiguiendo una licencia para poner un café para que la gente pueda comer algo mientras se sientan con un libro o una computadora o un amigo y una copa de vino y se olvidan de sus preocupaciones durante un momento.
La segunda cosa que vas a ver serán los miles de libros que adornan las libreras que van de piso a techo con escaleras rodantes en el cuarto de lectura James Phillip Johnson. Y en el marco de madera sobre el que ruedan esas escaleras rodantes, podrás leer las últimas palabras que me dijo Phi:
“Adquieres educación con estudio, trabajo duro y persistencia. Pero absorbes cultura viendo arte, escuchando buena música y leyendo buenos libros”.
Escribí esas palabras en un pedazo de papel para poder agregarlas a la base de datos de Citas Aleatorias cuando regresara a casa.
No tenía idea que no volvería a escuchar otra vez la voz de Phil.
Roy H. Williams
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“En los reinos de Inglaterra el son de campanas ya es uno de los hábitos de la tarde, pero el hombre, de niño, ha visto la cara de Woden, el horror divino y la exultación, el torpe ídolo de madera recargado de monedas romanas y de vestiduras pesadas, el sacrificio de caballos, perros y prisioneros. Antes del alba morirá y con él morirán, y no volverán, las últimas imágenes inmediatas de los ritos paganos; el mundo será un poco más pobre cuando este sajón haya muerto.

Hechos que pueblan el espacio y que tocan a su fin cuando alguien se muere pueden maravillarnos, pero una cosa, o un número infinito de cosas, muere en cada agonía, salvo que exista una memoria del universo, como han conjeturado los teósofos. En el tiempo hubo un día que apagó los últimos ojos que vieron a Cristo; la batalla de Junín y el amor de Helena murieron con la muerte de un hombre. ¿Qué morirá conmigo cuando yo muera, qué forma patética o deleznable perderá el mundo? ¿La voz de Macedonio Fernández, la imagen de un caballo colorado en el baldío de Serrano y de Charcas, una barra de azufre en el cajón de un escritorio de caoba?”
– Jorge Luis Borges, El testigo

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