Islas de escritores

Islas de escritores

Islas de escritores

Cada libro es una isla que sólo existe en la mente de su escritor y la esperanza de todo escritor es que tú visites su isla y quedes feliz de haberlo hecho. Pero en la Lejana Cercanía (The Faraway Nearby), su libro acerca de cómo forjamos nuestras vidas de historias y cómo estamos conectados por la empatía, narrativa e imaginación, Rebecca Solnit dice:
“El objeto que llamamos libro no es el verdadero libro, sino su potencial, como una partitura musical o una semilla. Existe plenamente sólo en el acto de ser leído. Y su verdadero hogar es dentro de la mente del lector, en donde resuena la sinfonía y germina la semilla. Un libro es un corazón que sólo palpita en el pecho de otro.”
Yo pienso en los libros como islas, pero Rebecca Solnit piensa en ellos como partituras de música o semillas. Seguí ese tren de pensamientos hasta que me di cuenta que ella y yo simplemente habíamos descubierto diferentes metáforas para describir cómo los libros son portales literarios de escape hacia realidades alternas.
Aburrido de sólo verme el ombligo, decidí investigar los 5,067 pasajes en la base de datos de citas aleatorias en MondayMorningMemo.com para ver cuántos otros escritores habían hablado de islas. Así que me conecté a la sección de administración, tecleé la palabra “isla” en la barra de búsqueda y me encantó encontrar que había transcrito pasajes de “islas” de no menos de una docena de mis autores favoritos.
“Algo del sentimiento sagrado en las islas viene, creo, de esta geografía extraña, elástica. Las islas se hacen más grandes, paradójicamente, por la escala del mar que las rodea. El elemento que pudiera reducirlas, que pudiera pensarse que las cerca, tiene el efecto opuesto. El mar eleva estas pocas hectáreas a algo que nunca serían si estuvieran escondidas tierra adentro. El mar vuelve significativas a las islas.”
– Adam Nicolson, Sea Room
Desde 1888 hasta su muerte en 1894, Robert Louis Stevenson vivió en el Mar del Sur. El diario acerca de sus viajes por las islas se publicó inmediatamente después de su muerte.
“Pocos hombres que vienen a las islas las dejan; les salen canas en donde arribaron; las palmeras les hacen sombra y las brisas los abanican hasta que se mueren, tal vez atesorando hasta el final la idea de una visita a casa, que rara vez se realiza, más raro aún se disfruta y aún más rara vez se repite. Ninguna parte del mundo ejercita el mismo poder atractivo sobre el visitante y la tarea que tengo delante mío es comunicar a los viajeros de chimenea algún sentido de su seducción y describir la vida, en el mar y la tierra, de muchos cientos de miles de personas, algunas de nuestra propia sangre y lenguaje, todos ellos contemporáneos nuestros, y aún así tan remotos en pensamientos y hábitos como Rob Roy o Barbarossa, los Apóstoles o los Césares.”
Tres años más tarde, Mary Kingsley habló de sus Viajes por el Oeste de África (Travels in West Africa), un bestseller en 1897.
“Una vez, un hipopótamo y yo estuvimos juntos en una isla y yo quería que uno de los dos partiera. Prefería ser yo la que lo hiciera, pero el hipopótamo estaba cerca de mi canoa y parecía que se iba a quedar allí, así que avancé cautelosa y tímidamente hacia él y finalmente lo rasqué detrás de la oreja con mi paraguas y nos separamos en buenos términos. Pero con el cocodrilo fue diferente…”
Pero 30 años antes que Robert Louis Stevenson y Mary Kingsley escribieran acerca de sus islas, Mark Twain tuvo algunas palabras qué decir acerca de la propuesta anexión por parte de los Estados Unidos de las Islas de Sandwich:
“Cuando estas islas fueron descubiertas, la población era de alrededor de 400,000 personas, pero el hombre blanco llegó y trajo varias enfermedades complicadas y educación y civilización y toda clase de calamidades y consecuentemente la población comenzó a declinar con una actividad notable. Hace cuarenta años fueron reducidos a 200,000 y cuando incrementaron las facilidades educacionales y civilizadoras, se redujeron a 55,000, y está propuesto enviar a unos cuantos misioneros más y acabarlos. No es la educación o la civilización las que los conquistó, son las enfermedades importadas y ya todos padecen de tuberculosis y otras aflicciones confiables y, hablando en forma figurativa, están retirándose de sus negocios muy rápido. Cuando agarren sus cosas y se vayan, podremos tomar posesión como sus herederos legítimos.”
En su libro, Marina, Carlos Ruiz Zafón escribe acerca de una isla extraña en el corazón de Barcelona.
“El cementerio de Sarrià es una de las esquinas mejor ocultas de Barcelona. Si lo buscas en los mapas, no lo encontrarás. Si le preguntas a los locales o a los taxistas cómo llegar, probablemente no sabrán cómo, aunque todos hayan escuchado hablar de él. Y si, por casualidad, tratas de buscarlo por tu cuenta, lo más probable es que te pierdas. Los pocos afortunados que saben el secreto de su ubicación sospechan que este viejo cementerio es, de hecho, una isla perdida en el océano del pasado, que aparece y desaparece aleatoriamente.”
“Las memorias de cientos de personas yacen allí. Sus vidas, sus sentimientos, sus expectativas, su ausencia, los sueños que nunca se les cumplieron, las decepciones, los engaños y los amores no correspondidos que envenenaron sus existencias… Todo esto está aquí, atrapado para siempre.”
Y luego tenemos el ingenio divertido y adorable de Bill Bryson en su libro En casa (At Home):
“El verdadero logro de Colón fue lograr cruzar el océano en ambas direcciones. Aunque era un marinero bastante eficiente, no era muy bueno para nada más, especialmente la geografía, la destreza que debería ser vital para un explorador. Sería difícil nombrar cualquier figura en la historia que haya logrado una fama tan duradera con tan poca capacidad. Se pasó buena parte de ocho años rebotando por las islas del Caribe y la costa de América, convencido de estar en el corazón del Oriente y que Japón y China estaban a la orilla de cada atardecer. Nunca se dio cuenta que Cuba es una isla y nunca puso un pie, o aún sospechó la existencia de la masa de tierra al norte que todo el mundo cree que descubrió: los Estados Unidos.”
Hace ochenta años, John Steinbeck publicó el Mar de Cortez (Sea of Cortez), el diario de viajes de una travesía oceánica con Ed Ricketts, su mejor amigo.
“El Volador del Oeste se lanzó sobre las grandes olas hacia las Islas Cedros, el viento les quitó las tapaderas a las cumbres blancas y el gran lazo, de proa a popa, comenzó a vibrar como el tubo bajo de un órgano tremendo. Cantó su nota grave al viento.
En su libro, Los pilares de Hércules (The Pillars of Hercules), Paul Therox escribió acerca de dos clases de islas:
“Alerta pero separado, Bowles se reclinaba sobre una caja en su recámara de cortinas pesadas, sobre calentada por un calentador primitivo, una antorcha pegada a un cilindro de gas. Le gustaba el calor, alguna vez había pasado sus inviernos en una isla en Sri Lanka que había comprado. Y ahora en este pequeño y caluroso cuarto, con las cortinas cerradas, estaba en otra clase de isla. Ningún espacio de habitación podría haber sido más pequeño que este cuarto trasero en donde obviamente vivía y trabajaba; él comía aquí, escribía aquí, dormía aquí. Sus libros, su música, su medicina. Su mundo se había reducido a estas paredes. Pero eso era sólo lo que aparentaba… Su mundo se encontraba dentro de su mente y su imaginación era extensa.”
Anne Morrow Lindbergh, la madre de un niño de 20 meses que fue resonadamente secuestrado y asesinado, más tarde escribió:
“Siento que todos somos islas — en un mar en común.”
Pero la habían contradicho 300 años con la cita más famosa de islas de todas:
“Ningún hombre es una isla entera por sí mismo.
Cada hombre es una pieza del continente, una parte del todo.
Si el mar se lleva una porción de tierra, toda Europa queda disminuida, como si fuera un promontorio, o la casa de uno de tus amigos, o la tuya propia.
Ninguna persona es una isla; la muerte de cualquiera me afecta, porque me encuentro unido a toda la humanidad; por eso, nunca preguntes por quién doblan las campanas; doblan por ti.”
— John Donne, 1624, Meditación XVII
Pero mi cita favorita acerca de islas viene del maravilloso Walt Disney quien dijo:
“Hay más tesoros en los libros que en todos los botines de piratas en la Isla del Tesoro.”
Amén, Walt. Amén.
Roy H. Williams

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