Mi Tristemente Cómica Crisis de la Mediana Edad

Mi Tristemente Cómica Crisis de la Mediana Edad

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Mi Tristemente Cómica Crisis de la Mediana Edad

La semana pasada me dieron unas muy buenas noticias. Un amigo que leyó mi Divagaciones de un Viejo Publicista me dijo: “No estás viejo, estás en la mediana edad.”

¡Wujú! Si él tiene razón, voy a vivir hasta los 114 años.

Durante los años en los que estuve, de hecho, en la mediana edad, estuve demasiado ocupado como para tener una crisis.

Entonces decidí tener una ahora.

Una crisis de la mediana edad, como yo la entiendo, es aferrarse ridículamente y con pocas luces a la escurridiza sombra de lo que uno fue. Entonces escogí recuperar mi juventud perdida, usando unos zapatos de lona de una marca distintiva que me definieron cuando yo era niño. Zappos felizmente me envió 5 pares de zapatos salvajemente inapropiados y comencé a llevarlos donde quiera que iba.

Nadie pareció darse cuenta. Luego averigüé que mi “nuevo look” es el uniforme estándar de los CEOs de Silicon Valley.

Miércoles. Ni siquiera puedo conjurar una crisis de la mediana edad creíble. (Sigo usando los zapatos, porque son aún más cómodos de lo que me recordaba.)

Lo bueno de olvidarse tener una crisis de la mediana edad es que te evitas un montón de dolor.

Cuando yo tenía un año, John Steinbeck escribió una carta a su agente, Elizabeth Otis, en la que expresó su arrepentimiento por lo que le había costado su crisis de la mediana edad.

“Voy a hacer lo que la gente llama descanso durante algún tiempo. No sé bien qué quiere decir eso – probablemente reorganizarse. No sé qué clase de trabajo está involucrado, trabajo de escritura, quiero decir, pero sí sé que tengo que despojarme de casi quince años y regresar y volver a empezar en el camino bifurcado donde tomé el lado incorrecto, porque era más fácil. Las cosas verdaderas desaparecieron gradualmente y las cosas brillantes y fáciles las suplantaron.”

John Steinbeck, 30 de dic. (el día antes del último día del año,) 1959

De Steinbeck: Una Vida en Cartas

John Steinbeck no fue ni el primero ni el último en sentir esos sentimientos y pensar esos pensamientos.

La humanidad ha estado distraída desde hace mucho por esas “cosas brillantes y fáciles” pero rara vez alguien admite públicamente que hicieron un movimiento en falso “en el camino bifurcado donde tomé el lado incorrecto, porque era más fácil.” Ten en mente que Steinbeck nunca pensó que su carta fuera a ser publicada. Él sólo le estaba escribiendo a su agente, Elizabeth Otis.

Oscar Wilde escribió una carta privada similar hace 118 años. Oscar era un irlandés viviendo en Londres durante los años que precedieron a la Guerra Española-Americana. Murió 2 años antes que naciera John Steinbeck.

En su juventud, Oscar era un novelista y dramaturgo brillante, un bon vivant y un dandy con un ingenio deslumbrante. En el pico de su fama, Oscar fue apresado por ser gay. Después de pasar 2 años en la cárcel, fue liberado en mayo de 1897.

Oscar Wilde died in Paris in November, 1900, at the age of 45.

Tres semanas más tarde, le escribió una carta a su amigo, William Rothenstein.

“…Yo sé, querido Will, que te va a gustar saber que no he salido de la prisión convertido en un hombre amargado o decepcionado. Al contrario. En varios sentidos he ganado mucho. No me avergüenzo realmente de haber estado en prisión: frecuentemente estuve en lugares más vergonzosos: pero sí estoy verdaderamente avergonzado de haber vivido una vida no digna de un artista. No digo que Messalina sea una mejor compañía para Sporus,* o que uno esté bien y el otro esté mal: yo sólo sé que una vida de materialismo definitivo y estudiado, una filosofía de apetito y cinismo y un culto de comodidad sensual y sin sentido, son malas cosas para un artista: le achican la imaginación y corroen las sensibilidades más delicadas. Estaba completamente equivocado, mi querido niño, en mi vida. No estaba sacando lo mejor de mí. Ahora, creo que con buena saludo y la amistad de algunos buenos, simples amigos como tú y un modo de vida tranquilo con aislamiento para poder pensar y libertad del hambre sin fin de placeres que destruyen el cuerpo y aprisionan el alma, – bueno, creo que todavía puedo hacer cosas que les pueden gustar a todos ustedes. Claro que he perdido mucho, pero aún así, mi querido Will, cuando hago el recuento de lo que me queda, el sol y el mar de este bello mundo; sus amaneceres velados con oro y sus noches preñadas de plata; mucho libros y todas las flores y algunos buenos amigos; y un cerebro y un cuerpo a los que no se les ha negado la salud y el poder – realmente soy rico cuando recuento lo que aún tengo: en cuanto al dinero, mi dinero me hizo mucho daño. Me destrozó. Espero tener sólo lo suficiente para permitirme vivir simplemente y escribir bien.”

Oscar Wilde murió en París en noviembre de 1900 a la edad de 45 años.

John Steinbeck se recuperó de su crisis de la mediana edad y también el brillante Oscar. Ambos regresaron a su trabajo de escritores con una apreciación más aguda del simple placer que derivaban del quéhacer diario.

¿Contra qué rueda pones tu hombro todos los días? ¿Cuál es tu labor?

John Steinbeck y Oscar Wilde podrían haberse ahorrado mucho dolor si hubieran leído las confesiones públicas de Salomón quien describe en Eclesiastés la que puede haber sido la más opulenta y elaborada de las crisis de la mediana edad de la historia.

En el capítulo uno, Salomón dice:

“me dediqué a buscar e investigar con sabiduría todo lo que se hace bajo el cielo”

Pero encuentra que su gran búsqueda de sabiduría no tiene sentido, es vacía y hueca. Entonces cambia la dirección en el segundo capítulo:

“Entonces me dije: Prueba la alegría y busca el placer.”

Luego de varias páginas narrando cómo se lanzaba de lleno a esto o lo otro, Salomón concluye que la risa y la embriaguez y el sexo y los logros y las grandes riquezas son igualmente vacías:

“No negué a mis ojos nada de cuanto deseaban, ni privé a mi corazón de alegría alguna; mi corazón gozaba con todo lo que hacía y esa era la recompensa de todos mis trabajos. Después reflexioné sobre todas las obras de mis manos, consideré lo que me había costado hacerlas y concluí que todo es vanidad y querer atrapar el viento y que no hay ningún provecho bajo el sol.”

¿Y encontró su respuesta Salomón?

Interesantemente, su mejor consejo se encuentra al final del segundo capítulo:

“La felicidad consiste en comer, beber y disfrutar de todo el trabajo que se hace bajo el sol, durante los días de vida que Dios da al hombre, porque esa es su recompensa.”

El punto de Salomón era este: “Escoje disfrutar de tu trabajo. Porque cuando lo haces, todos los días son un buen día.”

¡Entonces disfruta del día! Este día.

Sí, éste.

Salomón no tenía un mejor consejo.

Y yo tampoco.

Roy H. Williams

Aunque Rotbart usualmente no tiene “Madriguera del Conejo” después de sus podcasts, si alguna vez has considerado escribir un libro y todavía no lo has hecho, asegúrate de seguir escuchando esta semana después que termina la porción formal del podcast en MondayMorningRadio.com y puedes acompañar a Rotbart, Rich Carr y Dennis Kneale del Wall Street Journal en una aventura fraternal. Sip. Te van a obligar a que entres a una fraternidad. – Indy

En el 66AD, el Emperador Nerón se casó con Messalina, una mujer joven.

Al año siguiente se casó con Sporus, un hombre joven.

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