Duros e Inconstantes Derrames de Belleza

Duros e Inconstantes Derrames de Belleza

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Duros e Inconstantes Derrames de Belleza

Es viernes por la mañana, 7 de septiembre de 1951. John Steinbeck emerge desde el fondo de escribir Al Este del Edén para garabatearle una nota a su amigo, Pat Covici:

“Esta semana ha sido dura. Puse las fuerzas del mal contra un bien potencial. Ayer escribí lo que sucedió por fuera. Hoy tengo que demostrar qué resultó de eso. Esto es muy diferente de la dura escuela moderna. Creo que lo tengo que dejar asentado. Y lo haré. Los pedazos de oro en esta página son manchas de pensamientos bellos.”

Esas cuatro palabras, “manchas de pensamientos bellos”, me dejan saber que no estoy solo.

Otras seis palabras: “duros e inconstantes derrames de belleza”, aparecen cerca del final de una película italiana acerca de un tipo que, en su cumpleaños 65, comienza a revaluar su vida superficial. Esta película es visualmente rica, pero un poco deprimente.

La vida puede ser un poco deprimente también, aún cuando no sea superficial.

Las cosas visualmente ricas están en todo a nuestro alrededor pero estamos muy presionados para fijarnos. Estamos de cierto humor, de prisa, en problemas, en una crisis o incapacitados. Estamos ansiosos o enojados, distraídos o apenados, deslumbrados, endemoniados o arrastrados.

Y todavía esos derrames de belleza se insinúan – apenas se notan al principio – pero allí están, duros e inconstantes, milagros cojeantes y sonrientes que se aparecerían más seguido si tan solo nos fijáramos.

“Existe un camino hermoso que va de Ixopo y se adentra en las montañas. Esas montañas están cubiertas de hierba y son ondulantes y son hermosas más allá de cualquier canto…”

– Alan Paton, primera frase de Llora Por La Patria Amada

Una belleza profunda se puede encontrar frecuentemente en lo ordinario. ¿La buscas conmigo hoy? No cuesta nada y vale mucho.

Si la belleza está en el ojo del que la contempla, convirtámonos en contempladores.

Sí, la gente se va a reír de nosotros si vemos belleza en donde ellos no pueden. Pensemos que esa risa es nuestro regalo para ellos. Nosotros también nos deberíamos reír un poco.

Y ahora déjame que te cuente un secreto oscuro que también es una paradoja: la belleza más rica de todas – la que te quita el aliento – es profundamente aterradora. Me concede nueva vida cuando aparece, pero no la busco. Pues esta rica belleza sólo sucede cuando colapsa mi mundo y mi única esperanza es Dios.

Tal vez tú también te has encontrado allí.

Hay un aleteo, un movimiento de vida cuando estamos in extremis, un rearreglo de prioridades, profundo y claro. El problema que está a punto de tragarte entero se transforma en una poza de agua que sirve como lupa y por un momento ves todo claro.

Como ya lo dije, no busco esta rica belleza, pues es aterradora.

Cobarde que soy, continuaré viviendo sin una crisis que todo lo consuma por todo el tiempo que pueda y haré lo mejor de mí para estar satisfecho con los duros e inconstantes derrames de belleza que son las manchas de pensamientos bellos.

Dorothy Parker tenía razón: “Se hastían de la calma los que conocen la tormenta.”

Aún así, busquemos la belleza – en la calma – de lo ordinario.

Roy H. Williams

 

in ex·tre·mis (ĭn ĕk-strē′mĭs) adv.

1. En el momento de la muerte.

2. En circunstancias graves o extremas.

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