Lo que no me enseñaron en Oxford, lo aprendí en la cárcel

Lo que no me enseñaron en Oxford, lo aprendí en la cárcel

En su libro de 3,000 años de edad, Eclesiastés, el Rey Salomón nos habla de las etapas y fases de su vida, sus gustos y modas, sus arrepentimientos y comprensiones. Luego nos da sus conclusiones finales y consejos. Al lado del Evangelio de Juan, Eclesiastés probablemente es mi libro favorito de la Biblia.
Oscar Wilde escribió un resumen similar de sus etapas y fases, gustos y modas, arrepentimientos y comprensiones en una carta privada a su mejor, último y único amigo. Publicada más tarde como De Profundis, “Desde las profundidades”, esta carta de 55,000 palabras brilla con la transparencia sin filtros de un hombre que no tiene nada más que tiempo, nada qué ganar y nada qué perder.
Indy Beagle compartió un par de pasajes de De Profundis en la madriguera del conejo de la semana pasada. Luego de recibir varios emails felices de exploradores de madrigueras, Indy sugirió que le diera a la historia de Oscar un marco más amplio y que te llevara a un buceo más profundo.
Agarra tu equipo de buceo.
Cuando era un hombre joven, Oscar se enamoró de una mujer que lo dejó para casarse con su amigo más conservador de la infancia, Bram Stoker.
Entonces Oscar se casó con otra mujer joven que le dio dos lindos hijos. Pronto, él se volvió extravagantemente famoso como un dramaturgo de comedias, un entretenido frecuentador de la sociedad, un cuenta historias y el escritor de historias para niños.*
Oscar Wilde era como la Coca-Cola. Estaba por todas partes.
Y luego fue a prisión por ser gay.
“Los dioses me habían dado casi todo. Pero me dejé ser seducido por períodos largos de comodidad sin sentido y sensualidad. Me divertí a mí mismo siendo un inútil, un dandy, un hombre a la moda. Me rodeé con las naturalezas más pequeñas y las mentes más mezquinas. Me convertí en el dilapidador de mi propio genio y el malgastar una juventud eterna me dio una alegría curiosa. Cansado de estar en las alturas, me fui deliberadamente a las profundidades en búsqueda de nuevas sensaciones.”
“Había perdido mi nombre, mi posición, mi felicidad, mi libertad, mi fortuna. Era un prisionero y un pordiosero. Pero aún me quedaban mis hijos. De pronto me los quitaron por medio de la ley. Fue un golpe tan apabullante que no supe qué hacer, así que caí de rodillas, doblé la cabeza y lloré y dije: ‘El cuerpo de un niño es como el cuerpo del Señor: yo no soy digno de ninguno de los dos.’
Ese momento pareció salvarme. Vi entonces que lo único para mí era aceptarlo todo. Desde entonces — así de extraño como pueda sonar — he sido más feliz.”
“Quiero llegar al punto en el que pueda decir simplemente y sin afectación que los dos momentos pivotales en mi vida fueron cuando mi padre me envió a Oxford y cuando la sociedad me envió a prisión… Yo fui un niño tan típico de mi época, que en mi perversidad y en aras de esa perversidad, convertí las cosas buenas de mi vida en malvadas y las cosas malvadas de mi vida en buenas.”
“El momento más alto de un hombre es, y no tengo la menor duda, cuando se hinca en el polvo, se golpea el pecho y dice todos los pecados de su vida. Estoy completamente desposeído, absolutamente sin hogar. Aún así hay cosas peores en el mundo que eso.”
“Nadie es digno de ser amado. El hecho que Dios ame al hombre nos demuestra que en el orden divino de las cosas ideales está escrito que el amor eterno es para dárselo a lo que es eternamente indigno. O si esa frase parece algo amargo para soportar, digamos que todos son dignos de ser amados, excepto aquél que se cree digno.”
“El amor es un sacramento que debería tomarse hincado. En donde hay tristeza allí hay terreno sagrado. Algún día la gente se dará cuenta qué significa eso.”
“Ciertamente, ese es el carisma de Cristo, cuando todo está dicho: él es justo como una obra de arte. Realmente él no le enseña nada a uno, pero al ser uno llevado a su presencia, uno se convierte en algo.
Y todos estamos predestinados a estar en su presencia. Por lo menos una vez en la vida, cada hombre camina con Cristo a Emaús… [Cristo] tenía una imaginación intensa e ígnea… Él entendió la lepra del leproso, la oscuridad del ciego, la miseria furiosa de los que viven para el placer, la extraña miseria de los ricos… Cuando realmente quieres amar, vas a encontrarlo esperándote.”
Liberaron de prisión a Oscar Wilde el 19 de mayo de 1897, precisamente hace 125 años el jueves próximo.
Al ser liberado, Oscar huyó a Francia. Él ya no era bienvenido en Inglaterra.
Hay un pasaje extrañamente profético en De Profundis en donde Oscar dice:
“Muchos hombres cuando los liberan llevan la prisión consigo en el aire y la ocultan como una desgracia secreta en sus corazones y a la larga, como pobres cosas prisioneras, se meten en un agujero y mueren. Es horrible que tengan que hacer eso y está mal, terriblemente mal, que la sociedad los fuerce a hacerlo.”
Poco después de su llegada a Francia, Oscar Wilde murió de meningitis aguda causada por una infección de oído. En sus momentos finales semiconscientes, había sido recibido en la Iglesia Católica, que él admiraba desde hacía mucho.
Él tenía 46 años.
Roy H. Williams
*El príncipe feliz, El ruiseñor y la rosa, El gigante egoísta, El amigo devoto, y el Cohete notable son las historias para niños más famosas de Oscar Wilde.
NOTA DE INDY — Un mes después de haber sido enviado Oscar a prisión, su amigo de la infancia Bran Stoker comenzó a escribir Dracula, una novela acerca de personajes oscuros con impulsos sexuales transgresores.

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