Una Travesía de Invierno

Una Travesía de Invierno

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Una Travesía de Invierno

Yo tenía 16 años durante el invierno de 1974.

Ted tenía 52.

Trabajábamos juntos en un taller de fabricación de acero en Oklahoma.

A mí me decían el “estudiante”.

Parado cerca del calor de la jarra de café esperando a que sonara el silbato para marcar el final de nuestro descanso, Ted nos contaba historias acerca de la Segunda Guerra Mundial. Esas historias pudieran haber sido igual acerca de cavernícolas y dinosaurios, porque Pearl Harbor había sucedido 35 años antes y yo sólo tenía 16.

La historia que te voy a contar sucedió hace 42 años.

Pareciera que fue ayer.

 

¿Te recuerdas de Bluto de las viejas caricaturas de Popeye? En 1974 su nombre era Harold y tenía 32 años. Musculoso y enojado, Harold obtenía lo que quería a través de la intimidación.

Un día probé si estaba fanfarroneando. Le dije que “no” a Harold.

Pero Harold no fanfarroneaba.

Recuperé la consciencia al pie de las estanterías de almacenamiento en donde manteníamos las hojas de aluminio de 6 pies de los ventiladores. Ted me dijo contó que el golpe rápido de Harold me levantó del piso y me tiró a un metro de donde estaba parado. Cuando me fui a mi casa al final del turno, mi cuello estaba tan tieso que no podía voltear a ver.

Mi madre supo inmediatamente qué había sucedido.

Cuando salí de la escuela al día siguiente, Ted me estaba esperando en el estacionamiento del trabajo. Me dijo que no entrara. Dos policías habían sacado a Harold con esposas un poco antes y sus amigos estaban planeando vengarse.

NOTA: Nunca le pegues a un menor que está siendo criado por una madre soltera. Las madres enojadas pelean diferente que los hombres.

Yo trabajé en ese taller por 2 años más.

Un día Ted dijo: “Estudiante, cada persona que conoces tiene algo qué enseñarte. Tu trabajo es averiguar cuál es su habilidad y lograr que te la compartan.”

Ted, como siempre, tenía razón. Cuando supones que todo el mundo que conoces tiene una habilidad valiosa, los comienzas a ver de forma diferente.

Harold fue una persona diferente cuando regresó a trabajar.

Cuentas legales aplastantes y la humillación de la cárcel le dieron una peor golpiza de la que él me había dado. Con el consejo de Ted fresco en mi mente, le pregunté a Harold cuál era el secreto de levantar del piso a un hombre con un golpe.

La respuesta de Harold me sorprendió porque su técnica tenía poco qué ver con la fuerza física.

Unos años más tarde, aprendí que el éxito en los negocios tiene poco qué ver con la inteligencia y el éxito en las ventas tiene poco qué ver con ser hablador y el éxito en la publicidad tiene poco qué ver con el producto.

Los negocios no se tratan de saber, sino de hacer.

Las ventas no se tratan de hablar, sino de escuchar.

La publicidad no se trata acerca del producto, sino del cliente.

Y bajar al piso a un hombre con un golpe no se trata de tus puños, sino de tus pies.

La próxima vez que estés en la Academia del Mago, te enseño.

Pero sólo si quieres saber.

Roy

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