Llénate de Esperanza

Llénate de Esperanza

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Llénate de Esperanza

Estoy hablando con un hombre acerca de su feliz futuro. Habrá decisiones y riesgos qué tomar, pero es un futuro que definitivamente puede ser suyo.

Y luego dice: “No me quiero llenar de esperanza.”

El aliento abandona mi cuerpo y quiero llorar. Y luego lo quiero abofetear, despertar, gritar la pregunta que declara su propia respuesta: “¿Tú sabes qué sucede cuando no te llenas de esperanza? ¡Nada! ¡Ni una cochina cosa!”

Letargia. Apatía. Desidia. Depresión. Desesperanza. Ésta es la agua negra que se desborda para llenar el vacío cuando te rehúsas a llenarte de esperanza. Por lo que, por el amor de Dios, te lo ruego: “Llénate de esperanza.”

Él dice que no se quiere llenar de esperanza porque no se quiere decepcionar.

Suspiro.

Tal vez la respuesta correcta para él sea comprar una TV más grande, ver más deporte y tomar más cerveza. Sí, ése es el coamino. El reloj va a caminar, el tiempo va a pasar y cuando empujen su decrépito cuerpo en un hospicio, él verá ese mismo deporte en una TV diferente y tomará Ensure en vez de cerveza.

“Felicitaciones mi amigo. Nunca tuviste que recurrir al plan B. Nunca tuviste que averiguar qué falló o encontrar una forma de arreglarlo. Nunca tuviste que lidiar con las felicidades y los dolores de la Vida, el único deporte merecedor de un ser un humano.”

¿Puedes creer en las cosas que no están presentes inmediatamente? Sí, tú compruebas eso cada vez que firmas un cheque. Tienes confianza – fe – en que el banco no te va a defraudar.

¿Hay alguien afuera de ti mismo al que quieras lo suficiente como para sacrificar tiempo, energía y dinero para ayudar? Si es así, has experimentado el amor.

Conozco de una triste mujer que se llenó de esperanza una vez y las cosas le salieron bastante bien. Se volvió extremadamente famosa y era citada ampliamente y se escribieron muchos libros acerca de ella. Dijo:

“Muchas personas tienen la idea errónea de lo que consituye la verdadera felicidad. No se logra a través de la auto-gratificación, sino a través de la fidelidad a una causa valiosa.”

¿Tú tienes una causa valiosa?

Esa mujer no podía ver el futuro y no escuchaba la voz de Dios diciéndole: “Todo va a estar bien.” De hecho, ella no podía ver ni escuchar nada. Su nombre era Helen Keller y ella vivía con desventajas tan severas que la mente se guarda de tan siquiera imaginárselas.

Cuando todo se va, la fe, la esperanza y el amor permanecen.

Algunas personas tienen fe en sí mismos. Otras tienen fe en algo o alguien más. En dónde pones tu fe depende de ti. De igual forma, cada uno de nosotros escoge a qué o a quién amar. Pero una vez que haz tomado esas decisiones, la fe nos da valentía, el amor nos da energía y la esperanza es la luz que brilla en la oscuridad.

Haz una diferencia. Ten una aventura. Llénate de esperanza.

Enciende la luz.

Roy H. Williams

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