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Fracaso a 33 y 1/3 RPM

FailureAt33

Siempre me asombra, me deja con la mandíbula abierta, los ojos saltones y en estado de estupidez, cuando una persona escoge hacer algo que obviamente no va a funcionar. Me quedo allí parado en trance, maravillado por el hecho que Jesús puede amar a idiotas tales como los que pertenecen a la raza humana.

Tal vez lo sobre-dimensiono.

Mi primer momento de ojos-saltones sucedió cuando tenía 21 años. Yo era representante de ventas en una estación de radio en aquellos tiempos en los que todavía no nos llamábamos Ejecutivos de Cuentas. Sí, estoy hablando de tiempos realmente antiguos. No existían los celulares. Si necesitabas hacer una llamada, escarbabas tus bolsillos tras una moneda y buscabas un teléfono público. No había tal cosa como los aparatos de CD o el internet. La única forma en la que el público podía escuchar música nueva era por la radio. Las estaciones de radio tocaban círculos de vinilo grabados con grietas. Una aguja de diamante puesta en un brazo mecánico cabalgaba las grietas y sus vibraciones eran las que creaban la música.

Probablemente has visto esto en los Picapiedras.

Mi escritorio en la estación de radio miraba a una ventana que quedaba sobre el estacionamiento. Más o menos una vez a la semana, yo miraba una banda aparecerse en sus mejores trajes de show y caminar hacia nuestra puerta, con la esperanza brillando de sus caras como una mañana de Navidad. El líder cargaba el álbum producido en forma privada por la banda como que si fuera el Arca de la Alianza, un disco con el poder de girarlos hacia el súperestrellato a treinta y tres y un tercio revoluciones por minuto.

Ellos se imaginaban ser bienvenidos por una recepcionista con una brillante sonrisa. “¡Vaya!”, diría ella, “Ustedes obviamente son una importante banda en-ascenso. Yo lo sé por sus impresionantes trajes de show. Permítanme traer a la persona encargada de la estación de radio para que él pueda descubrirlos oficialmente.”

Curioso y esperanzado, yo siempre llegaba al final del pasillo para ver su presentación. Nuestra recepcionista era tan pulida como un cajero en un auto-banco. Casi podías ver el vidrio anti-balas. “Lo siento, pero él no puede verlos en este momento… No, van a tener que dejar eso conmigo. Si le gusta, él los llamará… Sí, les prometo que se lo voy a entregar personalmente.”

Y allí terminaría el asunto. Salvo que… me cayeran bien los tipos.

En esas raras ocasiones, yo los seguía al estacionamiento y les decía, “¿Trajeron otro de ésos con ustedes?”

En un segundo me encontraba rodeado de ojos abiertos y dientes blancos. La mañana de Navidad había regresado y yo era Santa Claus. Daba miedo. “¿Tú trabajas para Love 98 FM?”, preguntaban.

“No, yo trabajo para su estación hermana en AM.” Un álbum aparecía mágicamente en mis manos y una voz decía, “¿Cuál es tu formato? Nosotros tocamos todo tipo de música. Tenemos canciones lentas, canciones rápidas, canciones de rock, canciones de country, baladas, lo que quieras. ¿Qué clase de música pasan ustedes?” “Mi estación no pasa música, pero aún así los puedo ayudar.” Decepcionados y suspicaces, ellos me miraban como si Santa hubiera dicho, “Yo no les traje juguetes este año.”

Y luego yo les decía como atraer la atención de todas las estaciones de radio en los Estados Unidos. “La persona que escoge la música se llama el Director de Programación. Y en toda la superficie de su oficina hay apilados por lo menos 2,000 álbumes no-pedidos que él planifica evaluar tan pronto como tenga tiempo. Cada álbum tiene 10 canciones. Encontrar un hit en esa pila de 20,000 canciones va a ser como buscar una aguja en un pajar. Y para hacer las cosas peor, los álbumes producidos de forma privada tienen cubiertas que siempre parecen un poco caseras. Esto crea la expectativa de sonido de baja calidad. ¿Y adivinan qué? Eso es exactamente lo que él escucha cuando deja caer la aguja. A los diez segundos de la primera canción, él levanta la aguja y se acabó la fiesta. El álbum regresa a la funda, para no volver a ser visto nunca más.”

Ahora están viendo a Santa como si hubiera pateado a su cachorrito.

Me han dicho que carezco de tacto, pero yo seguía adelante, “Los álbumes no-pedidos se agregan a la pila en el suelo, pero a los sencillos en 45 RPM se les deja caer una aguja casi inmediatamente, especialmente cuando tienen la misma canción en ambos lados. Un sencillo en 45 RPM le dice al Director de Programación, `Alguien realmente cree en esta canción.´ Y los sencillos son empaquetados en sencillas fundas de papel, por lo que no hay arte en la cubierta que le dé un prejuicio a su opinión.” Yo estoy haciendo esto porque yo quiero ayudar a esta gente, ¿lo recuerdas? Por lo que siempre les decía, “Escojan su mejor canción y no escatimen ningún esfuerzo. Contraten a un arreglista y a un productor. Páguenle a músicos de estudio para que toquen las pequeñas partes de acento que convierten a las canciones buenas en geniales. Un sencillo de alto presupuesto cuesta menos dinero de producir que un álbum de bajo presupuesto.

Nos quedábamos allí parados envueltos en un incómodo silencio, hasta que uno de ellos rompía la calma. “Eres un idiota”, diría la voz, “Con un álbum tenemos 10 oportunidades de salir al aire, pero con un sencillo sólo tenemos una oportunidad.” Y luego ellos se subían a su van y se iban, mientras yo me quedaba allí parado en el estacionamiento, anonadado.
Ni una sola vez dijeron, “Wow. Gracias por preocuparte lo suficiente para compartir eso con nosotros.”
Yo sabía que las bandas deliraban. Sólo no me di cuenta nunca de que yo también lo hacía. Lo extraño es que nunca he dejado de darle consejos a la gente. De hecho, lo he convertido en una profesión.

Pero un buen amigo me dijo algo que le ha ahorrado a todo el mundo un montón de dolor. “Un consejo no pedido es un abuso,” dijo él. Por lo que yo ya nunca doy consejos no pedidos. Y sólo para estar seguros, ya no trato de ayudar a los músicos.

Roy H. Williams

Cómo Gano las Guerras de los Anuncios

Francamente, Hago Trampa.  Tú También Puedes.

Yo me convertí en un vendedor de publicidad para poder comprar comida.  Habiendo abandonado la universidad sin un colchón de dinero sobre el cual caer, instalaba drenajes de aluminio en casas durante el día y cambiaba cintas continuas en una estación automatizada de radio durante la noche.  Nuestro formato eran predicadores de radio que necesitaban de tu dinero para pagar el tiempo al aire que les vendíamos.

Éramos la estación número 23 en una ciudad de 23 estaciones.  Nuestros mejores raitings nos mostraban una audiencia acumulada semanal de 18,000 personas en una ciudad de 1.3 millones.  Teníamos entre 400 y 800 personas escuchando en cualquier momento dado.  Eso sonaba como un montón de gente para mí.  Un día le pregunté al gerente ¿por qué nuestra estación no pasaba anuncios?

“¿Tú crees que podrías vender algunos anuncios?”, él me preguntó.

Yo asentí como un muñeco de resorte.

“Hazlo,” dijo él mientras se marchaba.

Le pregunté a la parte de atrás de su cabeza cuánto tenía que cobrar.

“Lo que te paguen,” contestó él, sin siquiera voltear a ver.

Cuando uno vende anuncios en la estación más diminuta del pueblo, uno no compite con las otras estaciones, uno sólo le vende a los negocios que no tienen el dinero suficiente para contratar a alguien más.  De hecho, el dinero que mis clientes me daban cada mes usualmente era todo el efectivo que tenían.  Si mis anuncios no funcionaban, yo tendría comida en mi despensa, pero mis clientes no. Un hombre aprende rápido en ese ambiente.

Lo primero que aprendí es que la gente está aburrida de la publicidad por la misma razón que está aburrida por cualquier otra cosa: falta de relevancia.

“Si nos pudiéramos ver a nosotros mismos como los demás nos miran, desapareceríamos de inmediatamente.” – Emil Cioran

Cuando los anuncios son relevantes, los clientes responden.  ¿Tus anuncios son relevantes, o están respondiendo a preguntas que nadie está haciendo?

Mi trabajo en la estación de radio pagaba US$3.50 por hora, más el 15 por ciento de comisión.  En tres años yo estaba ganando aproximadamente US$6,000 al mes.  Eso era salario de doctor/abogado hace 30 años.

Lo extraño es que nunca hice tantas llamadas para vender.  La mayor parte de mis clientes llamaban a la estación preguntando si me podían comprar anuncios directamente a mí.  Usualmente, un amigo les había contado cuánto dinero estaban ganando como resultado de los anuncios que yo escribía y ellos querían tomar parte en la acción.

“¿Cuánto cuesta?”, preguntaban.  A esta gente no le importaba la estación de radio o su formato.  Ellos sólo querían hacer crecer sus negocios.

Cuando los dueños de mi estación de radio la vendieron en 11 veces más de lo que habían pagado por ella, yo decidí que prefería convertirme en un consultor de publicidad auto-empleado que mudarme a Los Ángeles y convertirme en el gerente de su estación.

La segunda cosa que aprendí, verás, es que los buenos anuncios funcionan no importa cómo se entreguen.  Yo vi funcionar mis anuncios virtualmente en todas las estaciones de radio y TV de la ciudad y con minúsculas variaciones, esos mismos anuncios sirvieron como cartas de correo directo y explosiones de máquinas de fax.

El secreto no era alcanzar a la gente correcta.  El secreto era construir un mensaje que sería relevante para el público.

Mis anuncios funcionaban porque yo hacía trampa:  yo les insistía a mis clientes que me permitieran entregar un mensaje que estuviera garantizado de mover la aguja en la balanza del “¿A Quién le Importa?”

Los anuncios fallan cuando no le importan a nadie.

Un error extremadamente común es creer que descontar el precio de un producto garantiza ganarse el interés del público.  Pero yo he visto a esa estrategia fallar docenas de veces.  A la mitad del precio la caca sigue siendo caca.

Cuando un cliente demandó agresivamente que le escribiera algunas palabras mágicas para ayudarlo a vender un montón de porquería que nadie en su sano juicio querría comprar jamás, bajé la cabeza al suelo, escupí sobre la punta de su zapato, subí la mirada hacia su cara y le dije, “No.”

Sí, fue algo maleducado y vulgar pero te aseguro que acortó la discusión.  La noticia de mi hazaña se divulgó.  Algunos lo vieron como la actuación de un lunático egoísta.  Es posible que esas personas hayan tenido razón.  Pero otras lo vieron como la marca de un joven que tenía el valor de sus convicciones.  Estas personas también pueden haber tenido razón.

Cada dueño de negocios está adentro, viendo hacia afuera y lo que ellos miran es completamente diferente de lo que sus clientes miran.  Los clientes están afuera, viendo hacia adentro.

Los excelentes escritores de anuncios permanecen afuera, viendo hacia adentro.  Ellos son los voceros, no de los dueños de los negocios, sino de los clientes de los dueños de negocios.  Esto les da una ventaja fabulosa.

¿Tú tienes el valor de conocer cómo se mira tu compañía desde afuera, viendo hacia adentro? ¿Te gustaría saber lo que está pensando tu cliente?

Dos veces al año yo reúno a mis socios de El Mago de la Publicidad de todas partes del mundo durante 2 días de educación continua en Austin, Tejas.  Este año estamos buscando a 7 dueños de negocios que estén dispuestos a servirnos de conejillos de indias el 25 de febrero, el segundo día de clases.  Estos dueños de negocios seleccionados serán responsables por sus propios pasajes y alojamiento.  Debido a que éste no es un evento de la Academia del Mago, no te podemos ofrecer un cuarto en Engelbrecht House.  Lo siento.

A cambio de tu inversión de tiempo, costos de viaje y valor, tú recibirás 1 hora de atención enfocada de parte de los consultores de publicidad más brillantes sobre la tierra.

Si eres dueño de un negocio y estás interesado, envía un correo electrónico a PaulBoomer@WizardOfAds.com o llama a Paul Boomer al (573) 268-4109.

Por favor, no queremos profesionales de la publicidad.

Espero ver a 7 dueños de negocios interesantes en Austin el 25 de febrero.

Es bueno ser un conejillo de indias.

Roy H. Williams