Demasiado qué hacer, muy poco tiempo. Primero te interrumpen; luego interrumpen la interrupción. ¿Alguna vez te pasa eso?
A mí también.
Rodeados por distracciones frenéticas, sin aliento, rápidas, nos hemos convertido en personajes en el videojuego de la Vida. El problema es que nos estamos habituando a ello. La sobrecarga sensorial se está convirtiendo en el nuevo normal.
Jeff Sexton, uno de mis socios, me envió un artículo de science.org la semana pasada. Te voy a compartir un único párrafo:
“Los investigadores decidieron entonces llevar el experimento un paso más allá. Durante 15 minutos, el equipo dejó a los participantes solos en un cuarto de laboratorio en el que podían presionar un botón y darse shocks eléctricos a sí mismos si querían. Los resultados fueron sorprendentes: Aún y cuando todos los participantes habían dicho antes que pagarían dinero para evitar ser sometidos a descargas eléctricas, el 67% de los hombres y el 25% de las mujeres decidieron someterse a las descargas ellos mismos antes que quedarse allí sentados en silencio y pensar… La gente prefiere que le den shocks eléctricos antes que los dejen solos con sus pensamientos.”
– Nadia Whitehead, Science.org
Como lo dije, “habituados”. Nos revolvemos y saltamos de un día al otro como si el dedo de Dios estuviera destripando el botón de adelantado rápido sobre el continuo del espacio tiempo.
En su libro, Mi país inventado, Isabel Allende escribe:
“El sentido del tiempo de los norteamericanos es muy especial. Están cortos de paciencia. Todo tiene que ser rápido, incluyendo la comida y el sexo, lo que el resto del mundo trata de forma ceremoniosa. Los gringos inventario dos términos que no son traducibles a la mayor parte de idiomas: ‘snack’ y ‘quickie’, para referirse a comer parado y amar a la carrera… eso, también, a veces parados. Los libros más populares son manuales: cómo convertirse en millonario en diez lecciones fáciles, cómo perder quince libras en una semana, cómo recuperarte de tu divorcio y así. La gente siempre va buscando atajos y formas de escaparse de cualquier cosa que consideran desagradable: la fealdad, la vejez, el peso, la enfermedad, la pobreza y el fracaso en cualquiera de sus aspectos.”
Pero anoche descubrí la solución de Nancy Reagan: “Simplemente di no”.
Te haz estado diciendo a ti mismo que te has sobre comprometido, pero no lo estás. Tú tienes cuidado al hacer compromisos. No te has sobre comprometido. Te sobre obligaste.
Las obligaciones te son arrojadas por personas que te acorralan con una emergencia urgente, o peor aún, una “pregunta rápida”. Esta gente sabe que las preguntas rápidas frecuentemente tienen respuestas complicadas, pero a ellos eso simplemente no les importa. Se esconden detrás de la palabra “rápida” para poder fingir que no están pidiendo nada más que un momento breve de tu tiempo y atención.
Tú nunca te comprometiste a hacer lo que te están pidiendo que hagas, pero igual te sientes obligado.
Simplemente di no.
“Pregunta rápida.”
“No.”
¿Viste qué fácil fue eso?
Dios te bendiga, Nancy Reagan.
Roy H. Williams