California y yo

California y yo

California y yo

He tenido una relación especial con California desde 1992. La base de nuestra relación es esta: yo nunca me gano las multas de parqueo y California siempre me las da de todas formas.
Una de mis metas durante la excursión de la semana pasada con mi nieto fue regresar de California — por primera vez en toda mi historia — sin una multa de parqueo.
Casi lo logro.
Mi transgresión fue que manejé a través de un espacio de parqueo vacío en el estacionamiento de Seal Beach para estar con la “nariz” de fuera en el espacio siguiente. En Tejas, Pennie le llama a esto “irse por la pose”.
Sí, eso es ilegal en California.
Mientras estaba sentado en el carro alquilado leyendo la multa, un hombre me tocó la ventana y gritó: “¡Dele vuelta al carro! ¡Dele vuelta al carro! ¡Si no, le van a poner una multa de US$64!” Y luego él me enseñó su multa para probarlo. Me sonreí y le enseñé la mía, creyendo que nos reiríamos juntos. Pero no, este hombre tenía una misión. Se fue disparado para advertirle a la siguiente persona. Lo vi durante los siguientes minutos. Cada vez que un carro se pasaba sobre un espacio para ir por la pose, salía corriendo hacia el carro, tocaba la ventana y le advertía al conductor de su próxima maldición. Que Dios bendiga a ese hombre. Puede que aún esté allí.
La idea que algo que se considera sentido común en un estado sea ilegal en otro me recuerda que los norteamericanos somos personas desordenadas. Les ponemos nombre de dioses romanos a nuestros meses. Contamos los años desde el nacimiento de Jesús. Imprimimos “Confiamos en Dios” en todo nuestro dinero. Pero cuando alguien menciona públicamente a Dios, creemos que esa persona es un ingenuo supersticioso.
Cada vez que yo lo menciono, me miran de una forma que siento que el que me escucha me quiere dar una palmada en la cabeza como si yo tuviera cuatro años.
Creo que el nombre actual, políticamente correcto para Dios es “el universo”, como en “el universo me está diciendo que tome este trabajo”, o “el universo me está diciendo que deje de comer carne roja”.
Un joven en California me mencionó a Dios justo antes de irnos al aeropuerto y resultó ser uno de los momentos más brillantes de un viaje maravilloso. Ya habíamos salido del hotel y presentado el billete al valet para pedir nuestro carro, quien se lo pasó a un joven delgado que se fue corriendo al estacionamiento.
En toda mi vida, he tenido la creencia secreta que puedes hacer mejor el día de meseros, mucamas y valets dándoles propinas inesperadamente generosas. La única evidencia que he tenido que mi creencia secreta puede ser correcta son las caras brillantes y las sonrisas felices de los meseros cuando nos miran a Pennie y a mí entrar a sus establecimientos.
Sí, te estoy alentando para que continúes siendo generoso con la gente que te lleva la comida, limpia tu cuarto y estaciona tu carro.
En fin, cuando el joven delgado llegó con nuestro carro, me dio las llaves y yo le di un billete de veinte. Lo vio y luego a mí. Luego al billete de nuevo, luego a mí. “¡Que Dios lo bendiga Señor! ¡Nunca me han dado uno de éstos! ¡Me dijeron que había un tipo dando propinas de a veinte y dije ‘Por favor Dios, déjame que yo le lleve su carro’! ¡Y aquí está usted! Gracias señor. Gracias”.
Nadie me había dicho nada parecido, pero quiero creer que le he hecho los días mejores a miles de extraños dejándoles saber que son reconocidos y apreciados.
Hace muchos años, un caballero mayor llamado Percy Ross era mi cliente. Ya no está y lo extraño mucho. Su columna en el periódico “Un millón de gracias”, aparecía en más de 800 periódicos en los Estados Unidos y yo le ayudé a sindicar su programa de radio en más de 400 estaciones.
Un día después de almorzar, Percy le dejó a nuestra mesera una suma exhorbitante de dinero, me hizo un guiño y dijo: “Quien da mientras vive, sabe a dónde se va”.
Me dio ese pedazo de sabiduría hace 34 años.
Ahora te lo estoy dando a ti.
Roy H. Williams

De acuerdo a TripAdvisor, el 31% de nosotros no deja nada de propina para las mucamas de hoteles que hacen nuestras camas, limpian nuestros baños, sacan nuestra basura y aspiran nuestros cuartos. Y de los que sí dejan propina, sólo dejan US$1 a US$5 al día. De acuerdo al Buró de Estadísticas de Trabajo, la mucama promedio sólo gana US$21,800 al año. Así que veinte, cuarenta, sesenta dólares es mucho más dinero para ella que para ti. ¿Estoy en lo cierto? — Indy Beagle.

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