La cosa con Hemingway…

La cosa con Hemingway…

La cosa con Hemingway…

Estoy leyendo la novela de Hemingway, Muerte por la tarde y me está gustando.

Es una explicación detallada acerca de las corridas de toros.

No es una historia acerca de un matador.

Acerca de las corridas de toros.

No tengo ningún interés en corridas de toros. Ninguno.

El libro no tiene un arco de personaje porque no tiene personajes. Tiene narrativa, pero no un arco narrativo. Sin trama, sin momentos de crisis, sin heroísmo, sin romance.

Es esencialmente un manual de instrucciones.

¿Por qué me siento atraído a este libro?

Ayer en la mañana le dije a Pennie: “Hemingway me está enseñando algunas cosas que no termino de poner en palabras, pero en cuanto pueda descifrar cómo explicarlas te contaré qué son”.

Ella estaba pasando la ropa de la lavadora a la secadora: “Léeme una página que te haya gustado”.

“Página ciento veinte. Hemingway ha estado explicando cómo los toros de Salamanca son diferentes de los toros de Andalucía cuando — de la nada — inserta un recurso literario que nunca había visto antes en un libro”.

“¿Qué clase de recurso literario?”

“Él se imagina cómo reacciona el lector con su libro, luego, hablando como ese lector, él critica al autor por no hacer lo que lo hizo famoso. Luego, como el autor, le hace caso a este lector imaginario insertando una conversación imaginaria con una mujer imaginaria. Es la misma clase de auto-conversación de niveles múltiples que solía tener Robin Williams.”

“Léemela.”

Pero, dices tú, hay muy poca conversación en este libro. ¿Por qué no hay más diálogo? Lo que queremos en un libro escrito por este ciudadano es que haya gente hablando; eso es lo que él sabe hacer y ahora no lo hace. Este tipo no es un filósofo, ni un sabio, es un zoólogo incompetente, bebe demasiado y no puede hacer puntuaciones prontas y ahora ha dejado de escribir diálogos. Alguien debería de ponerle un alto. Está loco por los toros.

Ciudadano, tal vez tienes razón. Tengamos un poco de diálogo. ¿Qué pregunta la dama? ¿Hay algo que quisiera saber acerca de los toros?

Sí, señor.

¿Qué le gustaría saber? Yo se lo puedo contar todo.

Es algo difícil de preguntar, señor.

No permita que eso le preocupe; hábleme con franqueza; como lo haría con su doctor o con otra mujer. No tenga miedo de preguntar lo que verdaderamente quiere saber.

Señor, quisiera saber acerca de su vida amorosa.

Mi querida dama, usted ha venido justo con el hombre adecuado.

Pennie se sonrió y asintió con la cabeza. Luego me pasó un puñado de camisas en serchas y me dijo que las pusiera en mi clóset. Colgué las camisas del picaporte de la puerta de la lavandería y dije: “Es como esa vez que me llevé a Chris a Seattle”.

“¿Esa vez que él comenzó a hablar con una audiencia de televisión imaginaria en aquel restaurante de mariscos?”

“Sí. Simplemente puso el tenedor en el plato, miró fijamente a un punto a la pared del otro lado del cuarto y dijo: ‘Hola mis queridos amigos. Es el momento, de nuevo, de empezar Moviéndolo con Chris Maddock.’ Luego de un monólogo de inicio de 5 minutos, se dio la vuelta y comenzó a hablar con un invitado del su show; una mujer invisible sentada a su lado. Nunca se sonrió. Nunca se salió de su personaje.”

“¿Cómo terminó el show?”

“Sólo levantó el tenedor y volvió a comer de nuevo.”

“¿En qué año fue eso?”

“1999.”

“¿Cuándo escribió Hemingway el libro acerca de las corridas de toros?”

“1932.”

Mientras levantaba una pila de toallas dobladas, ella dijo: “Cuando nos sorprenden vueltas extrañas e inesperadas, hace que el viaje sea más interesante”.

Asentí con la cabeza y levanté las camisas del picaporte.

“Tal vez deberías hacer eso en el Memo del Lunes por la Mañana.”

“Tal vez lo haga.”

Roy H. Williams

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