Una chica, en el aire, en el África

Una chica, en el aire, en el África

Una chica, en el aire, en el África

La gente lee libros por las razones más extrañas.

Recientemente leí un libro acerca de una aviadora en el África en los 1930s.

No tengo ningún interés en la aviación. No tengo ningún interés en el África.

Pero el libro estaba muy bueno.

Comencé a leerlo después de haberme topado con algo que le escribió Ernest Hemingway a su amigo Maxwell Perkins en una carta de 1942.

“¿Ya leíste el libro de Beryl Markham, Oeste con la noche? Yo la conocí bastante bien en el África y nunca me hubiera imaginado que pudiera pegar la pluma al papel para otra cosa que escribir en su cuaderno de aviadora. De hecho, escribió tan bien, tan maravillosamente bien, que me avergoncé de mí mismo como escritor. Sentí que yo era simplemente un carpintero con las palabras, sacando lo que estuviera listo en el trabajo y de vez en cuando haciendo un chiquero pasable. Pero esta chica que es, en mi conocimiento, muy desagradable… puede escribir mejor que todos los que nos consideramos escritores. Las únicas partes de lo que conozco personalmente, por haber estado allí en el momento y haber escuchado las historias de la gente, son absolutamente verdaderas. Así que tienes que aceptar también como verídicas las primeras partes de cuando ella era una niña, lo cuál es absolutamente magnífico. Ella omite muchas cosas fantásticas que yo sé y que destruirían mucho del carácter de la heroína; ¿pero cómo es eso relevante para escribir? Quisiera que lo consiguieras y lo leyeras porque realmente es un endiabladamente buen libro.”

¿Cómo te puedes resistir a semejante recomendación?

Estas son algunas frases del libro:

“Un mapa te dice: ‘Léeme con cuidado, sígueme de cerca, no me cuestiones.. yo soy la tierra en la palma de tu mano’.”

“La armonía les llega gradualmente a un piloto y su avión. El ala no quiere tanto volar bien como sacudir las manos que la guían; el barco preferiría cazar el viendo que enfilar la punta hacia el horizonte en la distancia. Ella tiene una cualidad de perfidia en su carácter; juega con la libertad y da pistas de liberación, pero se entrega suavemente a sus propios deseos.”

“Las colinas, los bosques, las rocas y las planicies son unas con la obscuridad y la obscuridad es infinita. La tierra es tu planeta tanto como lo es una estrella distante – si es que brilla una estrella; el avión es tu planeta y tú eres su único habitante.”

Viendo hacia abajo desde su avión, ella mira una manada de venados, búfalos y zebras,

“No eran como un hato de vacas o de ovejas, porque era salvaje y llevaba consigo el sello de lo salvaje y la libertad de una tierra todavía más en posesión de la Naturaleza que de los hombre. Ver diez mil animales sin domesticar y sin las marcas de los símbolos del comercio humano es como escalar una montaña sin conquistar por primera vez o encontrar un bosque sin calles ni caminos o el defecto de un hacha. Sabes en ese momento lo que siempre te han dicho — que el mundo una vez vivió y creció sin máquinas de calcular ni periódicos ni calles bordeadas de ladrillos ni la tiranía de los relojes.”

La mayor parte del libro no se trata ni siquiera acerca de volar. Se trata acerca de mirar y ver y vivir en el mundo a tu alrededor.

“La sonrisa de Toomba se esparce sobre su cara ancha como una onda sobre una poza… Se sonríe hasta que ya no queda más espacio para ambos, su sonrisa y sus ojos, así que sus ojos desaparecen.”

“La vereda enfilaba hacia el norte a Molo; de noche corría justo hasta las estrellas. Corría a la par de la Escarpada Mau hasta que a diez mil pies encontraba una meseta y descansaba allí y algunas de las estrellas ardían por debajo de su borde.”

Escribiendo acerca de un caballo joven llamado Balmy, Markham dice:

Hemingway was right. It really is a bloody wonderful book.

“No era ni viciosa ni necia, era muy rápida en la pista y respondía con mucha inteligencia al entrenamiento… Si hubiera hecho su debut en Park Avenue en la mitad de los treintas en vez de en la pista en Nairobi en la mitad de los veintes, se habría contado entre esos individuos intelectualmente irresponsables a los que uno siempre se refiere como ‘maravillosamente locos’. Su locura, por supuesto, consistía simplemente en una predilección por hacer cosa que, en la opinión de sus compañeros de estable, no se estaban haciendo. Ningún corcel de buena familia, por ejemplo mientras estaba siendo ejercitado ante la mirada crítica de su propietario, su entrenador y media docena de miembros del Jockey Club, se pararía abruptamente al lado de un agujero de fango dejado por las lluvias del mes pasado, doblaría las rodillas y, antes que se pudiera hacer algo al respecto, rodaría en el fango como un cerdo de Berkshire. Pero Balmy lo hacía, tan pronto como había fango en su camino y un jinete confiado en su espalda, aunque cuál placer derivaba de ello, nunca lo supimos. Ella era como un genio excéntrico que, luego de haberle preguntado su anfitrión por qué había restregado el brócoli en su pelo durante la cena, se disculpa con una genuflexión y dice que pensó que era espinaca.”

Roy H. Williams

 

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