El Poder del Mito: Lo Bueno y Lo Malo

El Poder del Mito: Lo Bueno y Lo Malo

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El Poder del Mito: Lo Bueno y Lo Malo

La mayor parte de la gente asocia El Poder del Mito con la serie de televisión de PBS de 1988 con Bill Moyers y Joseph Campbell o con el libro que la acompañaba del mismo nombre. Pero fue John F. Kennedy quien habló acerca del poder del mito con la mayor claridad y percepción. La ocasión fue en su Discurso Inaugural para los graduandos de la Universidad de Yale en 1962.

“Así como cada generación pasada ha tenido que desenmarañarse de una herencia de estereotipos, así en nuestros tiempos debemos superar la repetición consoladora de frases viejas para pasar a una confrontación nueva, difícil pero esencial con la realidad. Pues el gran enemigo de la verdad muchas veces no es la mentira – deliberada, pensada y deshonesta – sino el mito – persistente, persuasivo e irreal. Demasiado seguido nos aferramos a los clichés de nuestros antepasados. Sujetamos todos los hechos a un set prefabricado de interpretaciones. Disfrutamos de la comodidad de la opinión sin la incomodidad del pensamiento.”

Las concepciones previas erróneas son el lado malo y peligroso de los mitos.

Pero los héroes son su lado bueno y peligroso.

Más grandes que la vida misma, un poco exagerados y siempre posicionados en el mejor ángulo, un héroe es una hermosa mentira.

Tenemos héroes históricos, héroes populares y héroes de comics. Tenemos héroes en libros y canciones y películas y deporte. Tenemos héroes de moralidad, liderazgo, bondad y excelencia. Y nada es tan devastador a nuestro sentido de bienestar como un héroe que cae duro. Sí, los héroes son algo peligroso de tener.

Lo único más peligroso es no tenerlos.

Los héroes suben la barra que saltamos y mantienen en alto los estándares con los que vivimos. Son los tatuajes siempre presentes de nuestra psique, la encarnación de todo lo que estamos tratando de ser. 

Creamos a nuestros héroes de nuestras esperanzas y sueños.

Y luego ellos tratan de crearnos a su imagen.

El dicho “El solo nunca se pone en el Imperio Británico” fue verdadero tan recientemente como 1937 cuando la diminuta Inglaterra de hecho, todavía tenía posesiones en cada una de las 24 zonas horarias del mundo.

Es ampliamente conocido que los británicos exploraron, conquistaron y rigieron mucho del mundo durante muchos años, pero lo que no se conoce tanto es lo que los hizo creer que lo podían hacer.

Durante los primeros 1000 años después de Cristo, Grecia y Roma eran las únicas naciones que contaban historias de héroes y campeones. Inglaterra era tan sólo una pequeña isla de rechazados, desterrados y perdedores.

¿Entonces quién inspiró a la diminuta y brumosa Inglaterra a levantarse y conquistar el mundo?

Un simple monje galés llamado Geoffrey – con la esperanza de imbuir en sus compatriotas un sentido de orgullo – armó una historia de Inglaterra que le dio a su gente un pedigrí grande y glorioso. Publicado en 1136, la “Historia de los Reyes de Britania” de Geoffrey era una detallada descripción por escrito de los hechos de la gente inglesa por cada uno de los 17 siglos anteriores a 689 AD… y ni una sola palabra era verdad. Sin embargo, al crear héroes como el Rey Arturo, Ginebra, Merlín y los Caballeros de la Mesa Redonda de su imaginación, Geoffrey de Monmouth convenció una pequeña y triste isla de rechazados, desterrados y perdedores que comenzaran a verse a sí mismos como una nación justa y magnífica. 

Y no mucho después que ellos comenzaron a verse a sí mismos así en sus mentes, se comenzaron a ver a sí mismos así en el espejo.

La mayoría de la gente supone que las historias de héroes son el producto secundario de las grandes civilizaciones, pero yo estoy convencido que son su causa.

Las civilizaciones magníficas siempre han sido las que tienen historias de héroes; modelos más grandes que la vida misma que inspiran a los ciudadanos ordinarios a levantarse y hacer lo imposible.

Yo amo a los héroes imaginarios como el Rey Arturo y Don Quijote.

Yo amo a los héroes civiles como la Madre Teresa y Martin Luther King.

Yo amo a los héroes políticos como Abraham Lincoln y Teddy Roosevelt.

¿Pero qué pasa cuando nuestro héroe es un tonto?

Rezo porque nunca nos enteremos.

Roy H. Williams

 

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